Me lavé el cerebro con el internet

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Traducción del artículo del sitio NBC News de Brandy Zadrozny

A casi 45 semanas de embarazo, ella quería un “parto libre” sin doctores. Los grupos de internet la convencieron de que todo estaría bien.

En febrero del 2019 Judith estaba demasiado ansiosa. La fecha de parto de la mujer de 28 años de la costa del Pacífico había llegado y se había ido. A dos días de llegar a las 45 semanas de embarazo su estómago estaba tan estirado que brillaba, su cuerpo estaba hinchado y casi todo -desde el cabello hasta los dedos de los pies- le dolía.

A las mujeres que no han entrado en labor a las 42 semanas los profesionales casi siempre les van a recomendar la inducción: un empujón al trabajo de parto con medicinas que preparan el cervix o contraen el útero. Pero Judith, artista y pensadora libre que cree en todas esas cosas “hippy”, tenía un plan de parto diferente – uno que descartaba recomendaciones médicas y que confiaba en la naturaleza y la intuición, que rechazaba un hospital estéril en favor de una alberca de agua caliente en su propia casa y que evitaba doctores y parteras. Judith sólo quería estar en su casa con su esposo y su mejor amiga, un plan conocido como “parto libre” o “nacimiento sin asistencia”, por la pequeña subcultura de mujeres que lo practican.

Judith no podía decirle a mucha gente de su plan – su esposo la apoyaba, pero la mayoría de su familia y amigos se preocuparían, obviamente. En lugar de eso, Judith, quien pidió que no se publicara su nombre completo, pasó los últimos meses de su embarazo inmersa en sitios en línea donde mujeres celebraban su decisión y ofrecían apoyo y consejos. Grupos privados de Facebook, cuentas de instagram, podcasts y cursos en línea le enseñaron a Judith todo lo que ella creyó necesitar saber sobre cómo su bebé iba a llegar al mundo.

Había dudas que salían de ideas plantadas por amigos de la vida real que sabían de su plan y de doctores que Judith había tenido que ver para tramitar los beneficios del seguro del estado, pero Judith se había fortalecido a sí misma contra la preocupación con historias que leía en internet sobre mujeres que habían dado a luz en partos libres y con el apoyo que recíbía en tiempo real de Facebook. Con un poco de ayuda de algoritmos que le daban información y fuentes cada vez más cuestionables, Judith se había hecho parte del la comunidad más extrema de embarazos en el internet.

Cualquier miedo persistente se esfumó en el momento en que comenzó el trabajo de parto de Judith, un mes tarde, pero por si mismo.

Judith estaba eufórica. Tendría oportunidad de tener a su bebé en su casa después de todo. Le dijo a sus grupos de Facebook las buenas noticias, que había perdido el tapón de moco y las contracciones habían empezado. También hizo una pregunta.

“¿Los bebés se quedan más quietos mientras van bajando?” publicó ella. “Siento algunas patadas pero es menos del movimiento usual.”

Mientras los miembros del grupo llenaban su publicación con comentarios de apoyo, diciéndole que confiara en sí misma, en su cuerpo y en su intuición, Judith dejó su teléfono para comenzar el trabajo de parto. Caminó y bailó por horas entre contracciones y flotó en la piscina que su esposo había llenado con agua. Escuchó música y, como le dijo una amiga que era doula por mensaje, tomó siestas de un minuto entre contracciones.

“Lo estoy haciendo,” ella pensó. Su cuerpo estaba trabajando justo como debía, como las historias que había leído obsesivamente lo habían prometido.

Pero luego no lo hizo. Mientras el dolor incrementaba y las pausas entre contracciones se hacían más cortas, Judith intentó mantener la visión del nacimiento que quería, pero a las 10 horas de labor de parto, las cosas empezaron a salirse de contról.

Estaba asustada y vomitaba. Las contracciones eran tan fuertes y rápidas que no podía enderezarse antes de que llegaran la siguiente ola. Intentó monitorear el ritmo cardiaco del bebé, pero no podía quedarse quieta o callada el tiempo suficiente para anotar el registro con el estetoscopio fetal que había comprado. Luego se le rompió la fuente y con el agua venía una mancha café oscura de meconio, el cual reconoció como heces que podían ser peligrosas si el bebé las inhalaba. Judith supo que necesitaba ayuda.

En cuatro, Judith se acomodó en el asiento trasero mientras su esopso condujo al hospital más cercano, donde un equipo de enfermeras y doctores le pusieron un monitor en el estómago y se prepararon rápidamente para recibir al bebé. Pero mientras Judith sufría otra ola de contracciones, el cuarto se quedó en silencio y el doctor se acercó a ella. No había ningún latido.

“Hay algo diferente en el grito de una madre que perdió a su bebé,” dijo Judith. “Tu única responsabilidad es proteger a tu hijo, y no lo hice ni siquiera antes de que tuviera la oportunidad de respirar.”

“Nunca me sentí escuchada.”

Judith tiene cabello color chocolate, ojos color almendra que hacen juego y una boca que está permantemente en una sonrisa juguetona. Sentada en el sofá de su sala nueve meses después de su pérdida, sus uñas mordisqueadas ofrecen una pista de la anciedad que la abruma seguido.

Judith le pidió al noticiero de NBC que no usara su nombre completo, temiendo represalias de los trolls, bloggers que cobran por clicks y por abogados de la salud con buenas intenciones que se juntan en línea para debatir opciones de parto. Judith está aterrada de que le digan las cosas que ella ya se dice a si misma en sus momentos más oscuros.

“No puedo con más culpa,” ella dice.

Es imposible saber si el bebé de Judith hubiera sobrevivido si la hubieran inducido a las 42 semanas o si hubieran programado una cesárea o si hubiera tomado cualquier decisión diferente a las que tomó. El hospital no hizo la autopsia, y los doctores no pudieron explicar exactamente por qué el corazón del bebé dejó de latir. Incluso con eso, Judith ha pasado cada día desde entonces pensando en diferentes escenarios, imaginando un mejor resultado y preguntándose cómo llegó aquí.

Lo mejor que se le ocurre es que empezó con los podcasts.

Judith trabajaba en una florería. El camino de ida era de una hora hacia las afueras del pueblo, y ella llenaba el tiempo escuchando podcasts. Cuando se embarazó, deboró los episodios de “The Birth Hour” y “Indie Birth,” programas populares en los cuales las mujeres comparten sus historias de partos, los cuales abarcaban desde el hospital hasta el hogar. Pero el “Free Birth Podcast” fue el que más le llegó a Judith.

Descrito como “un espacio de apoyo para la gente que está aprendiendo, explorando y celebrando sus elecciones autónomas de parto,” el podcast tiene a Emilee Saldaya, 35, una defensora del parto libre de Los Ángeles y fundadora de la Free Birth Society. El grupo tiene 46,000 seguidores en Instagram y el podcast llegó a tener un millon de descargas el año pasado.

En el podcast, Saldaya entrevista madres sobre sus historias de parto libre. Estas mujeres le recortaban a Judith a si misma; con educación universitaria, espirituales y creativas que hablaban de sus historias de parto en términos poderosos y radicales: como eventos eufóricos que ocurrían en bañeras, en la naturaleza o en sus propias camas, rodeadas de sus parejas y familia. Las mujeres en estos podcasts escuchaban a sus cuerpos en lugar de a los doctores. No se acostaban boca arriba esperando a que alguien les sacara al bebé, ellas estaban trayendo a sus bebés al mundo con sus propias manos.

Judith escuchó unos 70 episodios. Volvió a escuchar sus favoritos, uno de los cuales tenía a una mujer que dió a luz a la luz de las velas en una yurta desconectada de todo en las montañas de California, sólamente acompañada de su esposo y su perro, al que llamaba “lobo partero.”

Mientras la escuchaba, Judith soñaba despierta, imaginandose a sí misma como una futura invitada del podcast.

“Me obsesioné,” dijo Judith. “Me preguntaba ‘¿Cómo será mi historia?’ y pensaba ‘Quiero que mi historia sean tan impresionante como las de ellas.’

El podcast abría con anuncios de los servicios pagados de la Free Birth Society – clases en línea y consultas privadas. Queriendo estar preparada, Judith pagó $299 por el módulo de 10 videos del grupo sobre como dar a luz libremente en tu casa. El curso pinta a las mujeres como guerreras – y a los expertos, doctores y parteras como al enemigo.

“Dar a luz no es un evento médico, es una función espontánea de la biología,” dice Yolande Norris-Clark, instructora de la Free Birth Society, en el video de bienvenida. No es suerte, Norris-Clark, una artista y madre de ocho en la provincia canadience de New Brunswick, ofrece, la educación, la mentalidad y el amor por tu bebé, son las claves para un parto libre exitoso.

Ni Saldaya ni Norris-Clark parecen tener experiencia o ser expertas en medicina. Ese es, claro, el punto. (Saldaya y Norris-Clark no respondieron a nuestra solicitud de comentario).

Pero el completo rechazo a aceptar cualquier cuidado externo durante el parto viene con un riesgo, dijo el Dr. Lawrence Leeman, director médico del Mother-Baby Unit en el Hospital Universitario de New Mexico.

“Es delicado,” dijo Leeman, “Estas balanceando la autonomía maternal sobre el parto. Por otro lado, también sabemos que hay cosas serias que pueden ocurrir en el embarazo y el parto que pueden ser identificadas para prevenir resultados negativos al tener a una persona preparada que puede reconocer cuando algo está saliendo mal y proporcionar soluciones.

Judith ya había relacionado a los doctores con momentos vulnerables cuando tuvo que estar anestesiada de niña, cuando se sentó en la mesa de exámenes fría del ginecólogo como adolescente y cuando un doctor ignoró su dolor de oido interno en la universidad.

“Sólo calculando todas las experiencias que había tenido con doctores,” dijo Judith, “Nunca me sentí escuchada. Nunca sentí que me pusieran atención.”

Judith dijo que el podcast alimentó su incomodidad con los doctores y la medicina hasta convertirla en desconfianza, una frase común en la comunidad del parto libre, en la cual los nacimientos son descritos como experiencias traumáticas – recitales rápidos de términos médicos, picoteos, cinturones sosteniendo a las mujeres contra las camas mientras las llenan de drogas que confunden la mente y matan a las hormonas responsables de sentir amor y las orillan a procedimientos que no sentían que necesitaban. Términos como “tiranía obstétrica industrial,” y “cultura de violación,” son usados frecuentemente.

Mientras que las ideas de las defensoras del parto libre son radicales, su ideología se basa en preocupaciones legítimas.

Una mujer en Estados Unidos tiene un 50% más de probabilidad de morir de un embarazo o parto que su madre. Mientras muchas de estas muertes se pueden prevenir y tienen más que ver con acceso que con un mal cuidado médico, las estadísticas pueden llevar a las mujeres a dudar de las instituciones médicas. Mientras tanto, un tercio de las mujeres de Estados Unidos dan a luz por cesárea, una cantidad que los expertos han llamado alarmante para un procedimiento que puede salvar vidas pero que conlleva más probabilidad de riesgos de salud para las madres y los bebés.

Y 1 de cada 6 mujeres han reportado maltratos – abuso verbal, amenazas, ruegos de ayuda ignorados, violaciones de privacidad física y abuso físico – por proveedores de la salud durante el embarazo y el nacimiento, de acuerdo con la encuesta publicada el año pasado en el diario de Reproductive Health. Las mujeres que dieron a luz en hospitales reportaron maltratos cinco veces más que las que dieron a luz en casa.

Una encuesta diferente, dirigida por el grupo National Partnership for Women & Families de Washington, encontró que en el 2002, 45% de las mujeres encuestadas estaban de acuerdo en que “dar a luz es un proceso natural en el cual no se debe interferir a menos de que sea absoluta y médicamente necesario.” Para el 2018, 74% de las madres nuevas estaban de acuerdo.

“Las mujeres que dan a luz en su hogar creen que es más seguro que el hospital,” dijo el Dr. Eugene Declercq, profesor de ciencias de la salud de la comunidad en la Universidad de la Salud Pública de Boston. (Mientras la cuestión de seguridad y riesgo de los partosp laneados en casa contra los nacimientos en hospital es tema de intensos debates profesionales y digitales, la evidencia para apoyar ambos argumentos es limitada, de acuerdo al American College of Obstetricians and bynecologists. Los nacimientos en casa atendidos por parteras son raros – menos del 1% de todos los nacimientos – y el parto libre es un fenómeno demasiado raro para estudiarlo.)

“Las mujeres quieren la libertad de tomar decisiones sin ser presionadas a intervenciones que no quieren o prácticas que no sienten que sean apropiadas,” dijo Declercq.

“Obviamente, la gente que da a luz en sus casas tienen más control: los proveedores vienen a sus casas,” dijo Declercq. “La máxima expresión de eso sería: ‘Nadie va a entrar a mi casa.'”

“Me lavé el cerebro a mí misma con el internet.”

Mientras Judith se acercaba a su fecha de 40 semanas, revisó el episodio sobre ’embarazos largos’ de la Free Birth Society, buscando fuerza.

En el video, Norris-Clark advierte contra la inducción, llamándo cualquier procedimiento que inicie el parto una “expulsión del vientre.” Norris-Clark dice que ella se pasó del estándar de 40 semanas de gestación en todos sus nacimientos, con uno de ellos durando casi 43 semanas.

A pesar de que sí menciona la preocupación por que el feto nazca muerto, llamándole el “elefante en el cuarto,” Norris-Clark rápidamente avanza y dice que la idea de que “los bebés deben de nacer antes de las 42 semanas es una tontería.”
“Los bebés salen,” dice Norris-Clark, “Los bebés siempre salen.”

Excepto que a veces no lo hacen.

En noviembre 2018, la Free Birth Society cerró su grupo de facebook de 6,000 miembros en reacción a un blogger que escribió varias publicaciones sobre un miembro que perdió a su bebé después de seis extenuantes días de labor en su casa. La historia se hizo viral cuando la compartió The Daily Beast. En su último post en el grupo, Saldaya reafirmó su misión. “Este no es el momento para correr, esconderse o ser silenciada,” Saldaya dijo. “Es tiempo de hacernos más firmes, más poderosas y más protegidas en este trabajo radical de sanar las heridas más profundas en esta tierra.”

El cierre del Facebook de la Free Birth Society no tuvo efecto en la confianza de Judith; y no recuerda haber visto las noticias.

Pero mientras avanzaban los días, su confianza se debilitó. Para calmar su creciente preocupación, Judith hizo que analizaran su fluido amniótico en el hospital local. Todo se veía bien pero un doctor la urgió a programar una inducción. Ella hizo una cita pero la canceló al día siguiente. Judith también consultó con el colectivo local de parteras, pero también ignoró el amable y constante consejo que le ofrecieron.
Judith encontró una segunda opinión en Facebook. A pesar de que la página de la Free Birth Society había cerrado, quedaban otros grupos privados de Facebook que ofrecían espacios seguros para que Judith hablara de sus planes. Ella entró a grupos como “Unassisted Pregnancy & Childbirth” y “Home Birth Assisted & Unassisted Uncensored” cuando aparecieron en su barra de sugerencias.

Buscando el hashtag #43semanasdeembarazo la llevó a un grupo llamado “Ten Month Mamas”, formado por una centena de mujeres que sabían por lo que estaba pasando. Judith se unió.

“43+1 hoy, rechacé la inducción del hospital. Creen que estoy loca,” Judith publicó en Ten Month Mamas en enero 2019, junto con la lista de las preocupaciones de las parteras, incluyendo el gran tamaño del bebé, la disminución de su líquido amniótico y la integridad de su placenta, el órgano que lleva oxígeno y nutrientes de la madre al bebé. “De verdad siento que este bebé quiere nacer en la casa también, pero esto es una prueba. ¿Qué harían ustedes?”

Los comentarios llegaron, más de 50 por publicación.

“Confía en tu cuerpo.”

“¡Tu bebé no está listo para salir!”

“¡Haría exactamente lo mismo que tú!”

“Sigue así mamá, escucha a tu bebé y a tus instintos. Tu puedes con esto.”
Con el sonido de cada notificación llegaba una ola fresca de alivio. Las últimas dos semanas de su embarazo, Judith publicaba en múltiples grupos y leía los comentarios “obsesivamente”, ella recuerda. Ella contestaba cada uno y tomó capturas de pantalla de las mamás con historias que pasaban de las 43 semanas.

“Ok, si me siento mal, puedo leer estos,” ella pensó.

Nadie en los grupos de Judith la animó a seguir los consejos de las parteras y por una buena razón: ese tipo de reacción era mal vista o estaba prohibida por las reglas.

“No hablar sobre asistencia,” era la primera regla de “Unassisted Pregnancy & Childbirth,” el cual prohibía explícitamente a sus 4,600 miembros de sugerir a otro miembro el ir con un doctor o una partera.

“Esto significa que no queremos escuchar sobre los exámenes que tu partera quiere que te hagas, o como tu ginecólogi piensa que el bebé está mal posicionado o que es “demasiado grande” o cualquier otra tontería que digan. Simplemente, no. Este no es el lugar para eso,” las reglas decían. “No se habla de inducción. No apoyamos la inducción de ningún tiempo, no inducir es natural.”

Las reglas le daban confianza a Judith.

“Las mujeres pueden pedir consejo sobre si ir o no al doctor en cualquier otro lado, pero van a ese espacio específicamente para que no las bombardeen con comentarios negativos,” dijo Judith. “No quieres que tu cabeza se llene con cosas no deseadas.”

Las redes sociales han estado bajo ataque en años recientes por amplificar puntos de vista extremos y por usar los algoritmos para conectar a los usuarios a estas posiblemente peligrosas cámaras de eco. Aunque muchas de estas críticas se han enfocado en extremismo poíticos, los expertos y legisladores han dirigido su atención a extremismo impulstado por desinformación de la salud como una amenaza a los individuos y la salud pública en general.

“Las cosas se ponen algo ariesgadas,” dijo Kolina Koltai, investigadora en la Universidad de Texas en Austin, quien estudia el comportamiento en redes sociales de comunidades de salud alternativa. “No es para demonizar a todos los grupos, pero cuando las mujeres empiezan a diagnositcar y a compartir entre ellas sus problemas de salud, pueden terminar con muy malos consejos que pueden ser muy peligrosos.

“Estamos en estos tiempos raros, como en un salvaje oeste digital.” dijo Koltai.
La dependencia de Judith al internet y a las redes sociales durante su embarazo no es poco común: las mujeres embarazadas y madres de bebés pequeños estaban entre los primeros grupos que adoptaron el internet.

“Las mamás promerizas experimentan un sentimiento de soledad e isolación e intentan lidiar con la falta de conocimiento experimental que había hace una generación, ” dijo Deborah Lupton, socióloga digital y profesora en la Universidad de New South Wales en Australia.

Para Judith, recién casada y viviendo lejos de su familia y la mayoría de sus amigos – la comunidad de partos en línea llenó un vacío. Y ella se dirigió hacia el contenido más loco y radical, buscando gente que validara sus elecciones. Bloqueí las cuentas más populares de parto en Instagram y Facebook y leyó sólo testimonios que promovían el parto sin asistencia. Cada día, se sentía más radical y decidió parir sola, “sin importar qué.”

“Creo que me lavé el cerebro a mi misma con el internet.”

Diciendo adiós

Al final, Judith aceptó la asistencia médica que había intentado evitar con tanto esfuerzo: Pitocin para acelerar el parto, medicina para la nausea, epidural para el dolor. Judith lloró hasta que no pudo más. Su esposo lloró a su lado.
Por las siguientes 10 horas, mientras esperaba a que su labor progresara, Judith yacía en la cama del hospital, queriendo vomitar, viendo televisión y presionando el botón que liberaba las dosis de medicamento de dolor. Después de un rato, su mente recordó los grupos de Facebook. Las mujeres ahí se estarían preguntando por ella, pensó, y en este momento necesitaba su apoyo.

“Tengo malas noticias,” empezó a escribir, “perdimos a nuestro bebé en el parto.”
Judith contó la historia de su parto: como su bebé, aún dentro de ella, había muerto y ahora se culpaba a sí misma.

“Ni siquiera le voy a decir a mi familia hasta que nazca, le diga adiós y salga de aquí.” ella escribió. Luego, mareada por los medicamentos y aturdida por el choque, se durmió.

Cuando una enfermera despertó a Judith y le dijo que era hora de empujar, ella empujó. El doctor metió sus manos al cuerpo de Judith para ayudar a guiar al bebé afuera y él nació. Pesaba 4.5 kilos y tenía cabello rubio.

Judith sostuvo a su bebé sobre su pecho por un largo rato. Era tan pesado, pensó, no como debería sentirse un bebé recién nacido. Judith lo besó y lo abrazó y lloró. En las fotos que tomó con su teléfono, el bebé se ve gordito y saludable. Perfecto, ella pensó.

“Lo siento mucho,” ella le dijo una y otra vez. Después de varias horas, ella y su esposo le dijeron adiós.

Mientras Judith estaba de luto, mujeres de todo el mundo le ofrecían sus condolencias en los grupos de Facebook. Pero no todos estaban ahí para apoyarla. Para al menos un miembro, Judith iba a servir de ejemplo.

A unas cuantas horas de la pérdida de Judith, un blogger en los grupos contra los partos en casa publicó un artículo sobre lo sucedido sin contactarla. ERa claro por la publicación, que incluía capturas de pantalla sin el nombre de Judith, que alguien opuesto al movimiento del parto libre se había infiltrado en uno de sus grupos de facebook, alguien que había visto como se desarrollaba la tragedia de Judith y que publicó fotos de sus conversaciones. 

Con esa traición, Judith abandonó todos los grupos de embarazo de Facebook. Sabiendo que los estaban espiendo, el administrador de Ten Month Mamas cerró el grupo, explicando en una publicación final que lo que había sido un “maravilloso e íntimo” grupo, ya no era “un espacio seguro para que los padres compartieran.”
Pero otros grupos de parto libre y gestación prolongada a los que Judith pertenecía aún existen. Un grupo privado con 2,000 miembros sigue usando la foto del vientre de Judith -una foto tomada bajo el agua a las 42 semanas – como su foto de portada.

Cuando volvió a casa del hospital, Judith parmaneció dentro, desconectada, con miedo a encontrarse a alguien que le preguntara por su bebé.

Después de unos meses, Judith y su esposo decidieron que no podían seguir de luto en su pequeño pueblo y se mudaron a 1,200 millas a un estado donde nunca había estado y donde nadie sabía de su bebé. Encontraron una casa para rentar en un ranto, donde ayudan a alimentar y a cuidar a los caballos.

“Es un lindo lugar para esconderse,” dijo Judith.

Judith sale a caminar, alimenta a los caballos y escribe – poemas y cartas que no comparte con nadie. El arte ayuda, también. Ella hace atrapa-sueños con madera y cuerda y joyería con piedras pulidas. Comenzó a vender sus creaciones en las ferias locales de artes.

En Facebook, los grupos de apoyo para madres que han perdido a sus bebés han reemplazado las comunidades de parto libre. Y aunque Judith nunca logró compartir una de las historias de parto de ensueño que ofrecían los negocios y blogs de parto libre, espera que no sea demasiado tarde para que otras mujeres embarazadas ganen algo al escuchar su historia ahora.

“Las historias tristes no se escuchan mucho,” dijo Judith, “tal vez mi historia extrema pueda ayudar a alguien.”

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